Los muchos Méxicos están más presentes que nunca. Descendientes de la cultura prehispánica y europea, vecinos de los Estados Unidos, paso de migrantes centroamericanos, tierra de nadie en partes extensas del territorio nacional, fábrica de migrantes, hogar de refugiados de todas partes del mundo. El México globalizado y el México de la marginación. El del norte, el del centro y el del sur. El de Forbes y el de la pobreza extrema. Es difícil, sinceramente, decir qué significa ser mexicano.
Yo no creo en los nacionalismos. Sólo me remiten a xenofobia, a guerras étnicas, a terrenos infértiles para el surgimiento de ideas plurales. Esta tendencia a sentirnos amenazados o invadidos por valores culturales extranjeros me es incomprensible ante este mundo globalizado. Ulrich Beck nos propone como alternativa "una izquierda cosmopolita", que luche por la igualdad global, por el respeto de todos los ciudadanos del mundo afirmando el interés por la vida de los otros y que pueda poner freno a los monopolios que están acabando con las pequeñas iniciativas productivas en todo el mundo. Suena idealista, pero también suena a una opción.
Cuando fui a Palacio Nacional a ver la exposición con motivo del Bicentenario me emocionó sobre todo entender que somos un país muy joven, con apenas 200 años de Independencia, y que hace 100 años estaba en plena Revolución. Pensé que tenemos mucho que construir y que aunque quizá tenemos miedo, no podemos dejar de mirar hacia el futuro que siempre es incierto y que se construye en las acciones cotidianas. Hoy no está nada claro qué significa ser mexicano, pero sí cómo podríamos ser mejores ciudadanos del mundo: viviendo una existencia basada en la honestidad, el trabajo incansable y ético, el cuidado y educación de los niños y jóvenes, la conciencia del cuidado del planeta, el genuino interés y respeto por los otros, que piensan diferente, visten diferente, hablan diferente, se ven diferente. Sólo cambiando en lo personal, conservamos la autoridad moral de exigir a los gobernantes que hagan bien su trabajo. Si le confirmamos su hipótesis a Castañeda siendo individualistas, pasivos, hipócritas y corruptos, mejor guardemos silencio cuando tengamos ganas de quejarnos del país.
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